sábado, 30 de marzo de 2013

CON...ENTRE...POR



                                                                    CON...ENTRE...POR                                                                
       
En las Escrituras hay tres grandes declaraciones respecto de la obra perfecta de nuestro Salvador. Él es Emanuel “Dios con nosotros” (Mt. 1:23). Esta es la ENCARNACIÓN. Lo vemos en Belén, naciendo en un humilde pesebre, en medio de relinchos, balidos y mugidos. Pero además Él es Dios “entre nosotros” (Jn. 1:14). Esta es su HUMANIDAD. Él hizo su tienda entre los mortales viviendo todas las experiencias que el ser humano vive, pero sin pecado. Y vivamos lo que vivamos hoy nos puede comprender y ayudar, porque Él ya pasó por allí ( Heb. 4:15). Pero lo mas maravilloso es que Él es “Dios por nosotros” (Ro. 8:31). Esto es SUSTITUCIÓN.
En este tiempo de Pascua esta verdad sobrecogedora debe hacernos ver las cosas cotidianas con las perspectivas eternas. En esa cruz debías estar tú y debía estar yo. Éramos esclavos del pecado, condenados por la ley de Dios, nuestra causa estaba escrita y la sentencia era justa. Por quebrantar todos y cada uno de los mandamientos merecíamos el infierno. Pero de pronto aparece un Sustituto.
Cuando la persona era clavada en la cruz subía un soldado y ante la vista de todos clavaba lo que se llamaba “la causa escrita”. O sea que el acta de sentencia por los delitos cometidos estaba allí. La causa de quienes morían junto a Jesús diría “rebeldes a Roma, ladrones y asesinos”. Pero a Jesucristo le colocaron como causa “este es Jesús nazareno, Rey de los judíos”. Según Roma, lo crucificaban porque era el rey de los judíos, según los judíos porque se hacía llamar rey de los judíos! Pero había clavada allí en esa ignominiosa cruz “la causa escrita” que solo podía leerse en el cielo. Era “el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria” Col 3:14. ¿Captamos bien la imagen? Dios veía la sentencia de nuestros pecados, la cual en vez de estar en una cruz a nuestra medida la quitó de en medio “clavándola en la cruz” de Cristo.
Esta exhibición era algo vergonzoso. Pensemos en que todos nuestros pecados (malos pensamientos, malas intenciones, malas actitudes, omisiones, malas acciones) son escritos en una lista y exhibidos públicamente por los medios de comunicación. El cargo está hecho y debe existir una condena. Y en tu lugar y el mío aparece otra persona, que es inocente pero que toma como propios todos y cada uno de estos pecados y recibe el juicio que merecemos nosotros. Esto hizo Jesucristo. ¡Oh gracia admirable del Señor! No dudemos en cantar, no dejemos de agradecerle hoy por la salvación eterna. El vino para estar con nosotros, el vivió y habitó entre nosotros pero él murió en la cruz de vergüenza por nosotros. ¡Oh, Bendito y Santo Señor! Te damos la gloria ahora y por la eternidad. Amén y amén.

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